Durante un largo periodo de nuestra
historia el fraude electoral era algo común en nuestra política. Desde el
bipartidismo de Cánovas y Sagasta, al inicio de la Restauración borbónica,
hasta la dictadura de Primo de Rivera, encontramos numerosos ejemplos de fraude
electoral, el cual a su vez era asumido por la ciudadanía, la que podía votar
(el escaso censo de propietarios), como parte del sistema político establecido.
Y verdaderamente lo era. Por ello hablamos sobre el caciquismo y el pucherazo,
dos ejemplos de fraude que forman parte de nuestra historia.
Fue durante el siglo XIX cuando más
se dio a conocer los fraudes electorales, los que hemos mencionado, Caciquismo y Pucherazo,
los cuales fueron posibles gracias al sufragio
censitario, el cual estuvo vigente hasta 1890. Todo ello es
debido a que el proceso de formación de gobierno era el inverso al actual. En
nuestros días un gobierno se forma como fruto del resultado de unas elecciones
generales. El partido más votado, o el que recibe apoyos para la mayoría, forma
gobierno. En el siglo XIX, el partido en el poder que desea hacer unas crisis
de gobierno, se pone de acuerdo con el otro partido y presenta la dimisión al
rey. Éste nombra al líder del otro partido Presidente y nombra su gobierno.
Entonces convoca las elecciones con el resultado ya decidido a traveés del
encasillado (designación de diputados por provincias) que hacía el Ministro de
la Gobernación. Por tanto, las elecciones son una falacia, pues sólo lo que
hacen es confirmar el resultado ya decidido. Para eso está la labor de los
caciques y el pucherazo.
El pucherazo, hace referencia a la
inclusión o retirada de votos de las urnas electorales. ¿Cómo se cocina un
gobierno al gusto? Esta era la receta perfecta, añada votos de personas
fallecidas, o si no tiene escrúpulos, hágalo con personas inventadas. La
cuestión en estos casos era ganar las elecciones y que los hiciera el partido
que debía hacerlo.
Caricatura sobre el caciquismo y el fraude electoral en la revista La Flaca.
Conservadores y liberales se sucedían en
el gobierno de
forma descarada. Si bien el Pucherazo era el fraude que se daba en las
ciudades, con una mayor población y por lo tanto un paso más difícil de
coaccionar. En el campo y las zonas rurales (con mayor peso en los distritos
electorales) se daba lo que conocemos como Caciquismo. Este era propio de estas
localidades donde la escala social era: Alcalde,
Párroco, Juez, Maestro, Terrateniente y la Guardia Civil. Estos
albergaban el rango de mayor presencia social en los municipios rurales, y de
ellos muchas veces dependían los actos de los Caciques. Estos prohombres sugerían, mediante la coacción, la amenaza y
los réditos, y eran los encargados de indicar el partido al que se debía votar
en las elecciones.
Este sistema triunfó abiertamente en Galicia, Andalucía
y Extremadura, aunque se desarrolló por todo el estado. No obstante, debido al desarrollo del latifundismo andaluz,
el caciquismo fue lo más utilizado en nuestra comunidad autónoma donde familias
como los Larios en Málaga, los Carranza en Cádiz, los Burgo y Mazo en Huelva,
los Ybarra o Rodríguez de la Borbolla en Sevilla o La Chica en Granada serán de
las principales que mantengan este sistema, fundamentado en nuestra comunidad
por la oligarquía a la cual pertenecían estas grandes familias. Tanto el
Pucherazo, como el Caciquismo, son formas de coacción, por lo tanto, en algunos
casos los votos se compraban se incluían en la urna o simplemente eran los
votantes los que cambiaban su voto por miedo a percibir amenazas y ver truncada
su vida por mano del cacique. Otros trucos utilizados fueron esconder las
urnas, cerrar los colegios electorales cuando ya habían votado los afines,
utilizar partidas de porras que atemoricen en las puertas de los colegios
electorales…
Por
tanto, el caciquismo era el fenómeno central para comprender la cultura
política de la Restauración y, sobre todo, las raíces sociales del poder.
El semanario satírico "Gedeón"
publicó, en su Almanaque de 1897, un mapa del caciquismo en España. Así
denunciaban, como hacía el regenaracionismo en general, el sistema de
corrupción política y la decadencia de la nación.
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