Gonzalo de Bilbao. La siega.
1.TRANSFORMACIONES AGRARIAS
España
durante el siglo XIX seguía siendo una sociedad rural, viviendo la inmensa
mayoría de los españoles de los productos agropecuarios (75%). Los gobiernos
liberales del siglo XIX, especialmente los progresistas, acabaron con las
formas de propiedad del Antiguo Régimen y consolidaron la propiedad privada de
la tierra, expropiando las tierras comunales, estatales y los grandes señoríos
nobiliarios y eclesiásticos. Se eliminaron los señoríos jurisdiccionales y las
prácticas feudales, pero se consolidaron los señoríos territoriales. La consecuencia más importante de la
reforma agraria liberal fue el aumento de la roturación de las tierras hasta
entonces incultas: la superficie agraria pasó en los sesenta primeros años del
siglo XIX de 10 a 16 millones de hectáreas, permitiendo de esta forma un
crecimiento sostenido de la población. La mayor expansión de cultivos se
produjo en los cereales (80%), seguida por la vid, que se convirtió en un
producto de exportación. También se extendió el cultivo del maíz y, sobre todo,
de la patata. Mientras la ganadería ovina y, con mayor intensidad, la lanar
sufrió un enorme retroceso, al desaparecer los privilegios de la Mesta. Ahora
bien, el aumento de la producción agrícola se consiguió gracias a un incremento
de la superficie cultivada y no como resultado de la modernización de las
técnicas de cultivo, que continuaron atrasadas con respecto a las innovaciones
que se estaban produciendo en los países más avanzados de Europa (escasa
mecanización, abonos naturales, pocas hectáreas de regadío…). Eso no significa
que el sector agrario español permaneciera estancado, pero los mediocres
rendimientos a finales de siglo muestran la modestia de los progresos. En el
norte de España (Galicia y Submeseta norte) predomina la pequeña propiedad
(minifundios), cuya producción era insuficiente para alimentar a una familia,
con lo cual toda la producción se destinaba al autoconsumo. En cambio, la gran
propiedad (latifundios), predominante en Castilla-La Mancha, Extremadura y
Andalucía, tampoco ayudó a mejorar la productividad. La inmensa mayoría de
estos grandes propietarios no estaba interesada en invertir para cultivar
mejor, sino tan solo en la obtención de fáciles beneficios. Esta situación
frenó la innovación agrícola y sumió a la gran masa de campesinos sin tierra en
unas condiciones cercanas a las de subsistencia. En estas condiciones tan
pobres de productividad, cualquier año de malas cosechas hacia que se produjera
una crisis de subsistencia, con amplias hambrunas y un aumento de la
mortalidad.
2. LAS DESAMORTIZACIONES AGRARIAS
La
mayor parte de la tierra en el Antiguo Régimen estaba amortizada o vinculada,
es decir, que no podía ni comprarse ni venderse y debía transmitirse en
herencia. Así sucedía con las tierras de la Iglesia, de los ayuntamientos o de
la nobleza, en cuyos patrimonios era habitual la institución del mayorazgo,
práctica por la que heredaba el hijo mayor, para que no se desgajase el
patrimonio. Ya en el siglo XVIII los ilustrados españoles (especialmente
Jovellanos), demandaban la necesidad de una reforma agraria que pasase por la
desvinculación de la propiedad. Por ello se redactó, en tiempos de Carlos III,
el Expediente de la Ley Agraria. Estos primeros intentos
desamortizadores (como otros con Carlos IV, José I y en el Trienio Liberal) se
vieron frenados por la falta de medios adecuados para su aplicación real, y por
la resistencia que los grupos privilegiados ejercían. Fueron los gobiernos
liberales (progresistas) en el reinado de Isabel II los que se decidieron a
acometer la desvinculación de las tierras amortizadas. Debemos destacar dos
desamortizaciones:
A)
Desamortización eclesiástica de
Mendizábal (1836). Este ministro desamortizó las tierras de la
Inquisición y la de los conventos y monasterios del clero regular, más tarde
ampliado a los del clero secular. No se trataba de una redistribución de
tierras ni una reforma agraria, sino la expropiación para la venta en pública
subasta, bien pagando al contado, bien en vales de deuda pública. El objetivo
de la desamortización era sanear la hacienda, costear la guerra carlista, y
crear una clase media de propietarios agrícolas que defendiesen al régimen
liberal. Por la extensión de las parcelas y los precios, solo pudieron acceder
a la compra los burgueses enriquecidos y los grandes terratenientes, por lo que
solo se cambio de manos la tierra: de eclesiásticos a civiles. El dinero
ingresado fue bastante inferior al esperado (mil millones de reales de cinco
mil presupuestados, debido al pago en vales de deuda pública). Los gobiernos
moderados frenaron la desamortización, aunque volvió a instaurarse en la
Regencia de Espartero.
B)
Desamortización Civil de Madoz (1855).
En el Bienio Progresista, el ministro Madoz promulgó una desamortización
general, que incluía las tierras comunales y de propios de los ayuntamientos,
las tierras del estado, las tierras del clero que aún quedaban (órdenes
militares, instituciones benéficas…) y otras de menor entidad. En este caso, el
pago debía hacerse al contado, obteniéndose mayores beneficios (más de 6000
millones de reales). Y los compradores fueron los mismos: la alta burguesía y
la nobleza, aunque en este caso fue mayor el acceso de los pequeños
propietarios rurales que en la eclesiástica. El objetivo de la desamortización
era financiar la expansión del ferrocarril en España.
Las
consecuencias de las desamortizaciones
se pueden sintetizar en positivas y negativas:
Positivas: aumentó la superficie cultivada
y la productividad agraria, se redujo la deuda pública, hizo posible el triunfo
del liberalismo frente al absolutismo carlista.
Negativas: Se desvió un capital al campo
que podía servir para la industrialización, se endurecieron las condiciones de
los pequeños arrendatarios y jornaleros, se perdieron las tierras comunales que
ayudaban a los agricultores y muchos ayuntamientos se arruinaron al perder sus
bienes de propios, aumentó el latifundismo en el sur de España, la iglesia se
puso en contra del liberalismo y del partido progresista, desapareció muchos
edificios religiosos y el rico patrimonio artístico.
Juan Álvarez Mendizábal
3. EL FRACASO DE LA
INDUSTRIALIZACIÓN ESPAÑOLA
España
no conoció durante el siglo XIX una revolución industrial análoga a la operada
en Europa Occidental. Si se produce, en cambio, un proceso de inicial despegue
y posterior equipamiento industrial, aunque limitado tanto en su localización
geográfica regional como en los sectores industriales productivos. Las causas
de este retraso y defectuosa industrialización son las siguientes:
-
Falta de fuentes de energías abundantes y baratas y materias primas difíciles
de extraer (carbón).
-
Falta de capitales y de inversión (la desamortización agraria desvió muchos
capitales).
-
Ausencia de una burguesía emprendedora y arriesgada.
-
Ausencia de tecnología y de inventores (poco desarrollo de la ciencia y la
educación).
-
Inexistencia de un mercado articulado (falta de redes viarias y de transportes
y abundancia de aranceles).
-
Ausencia de una política estatal que fomentase la industria nacional (política
librecambista).
En
Minería, España era un país rico en minerales (hierro en el norte, mercurio,
plomo, cobre…), pero faltaban comunicaciones e inversión para extraerlos. Así,
a partir de 1860 el estado hacía concesiones a compañías extranjeras (con mayor
tecnología), para que explotasen las minas españolas (auténtica desamortización
del subsuelo español), siendo los beneficios para ingleses y franceses (como en
las minas de cobre de Riotinto). Lo mismo ocurría con el carbón, abundante en
el norte, pero de mala calidad y difícil de extraer. A partir de la Ley de
Ferrocarriles (1855) es cuando se generaliza el tendido ferroviario en España,
con una auténtica fiebre constructora. Pero, como en las minas, la construcción
de las vías fue concedida a empresas extranjeras (ingleses, alemanes y
franceses) y otro problema fue que se hizo con vías más anchas que en Europa.
Sólo
en Cataluña (con la industria algodonera)
en la cornisa cantábrica (con la industria siderúrgica) se puede decir
que hubo un proceso de industrialización. La industria textil se había iniciado
en Cataluña contando en parte con la demanda americana, pero esta empezó a
desaparecer con la independencia de las colonias. Pese a todo, la industria
algodonera catalana creció y se desarrolló en el siglo XIX. Su éxito se debió a
la ambición empresarial, la política proteccionista hasta la década de los
setenta y la ampliación de la demanda, Pero los
problemas más graves con que contaba la industria textil catalana fueron
el débil mercado interior y la inaccesibilidad de los mercados exteriores. La
industria siderúrgica se inició en España en forma de tanteos en el período
1830-50. La primera etapa de la siderurgia española es andaluza, pues los
primeros altos hornos se sitúan en Málaga (Herdia). Luego se desarrolló en Asturias,
pero el gran desarrollo de la siderurgia española se produce en el último
tercio de siglo con el desarrollo de las ferrerías vascas, gracias a la
abundancia de mineral de buena calidad, facilidad de importación de carbón
inglés, buenos transportes y acumulación de capital en manos de empresarios
bilbaínos (Ibarra).
4. SOCIEDAD
Se
van produciendo también en España una serie de cambios sociales que suponen el
paso de una vieja sociedad estamental a una renovada sociedad clasista,
organización de la sociedad por clases sociales propia del régimen liberal
burgués y capitalista. La nobleza irá perdiendo su posición distinguida e
integrándose en la nueva clase burguesa y de clases. La burguesía será el nuevo
grupo ascendente, compuesta por ricos comerciantes, banqueros,
terratenientes e industriales. El clero
perderá su poderosa influencia y gran parte de su patrimonio. Dentro de las
clases bajas destacan el gran número de campesinos (especialmente jornaleros no
propietarios) y el aumento del número del proletariado obrero, aunque muy
inferior a otros países europeos. Su explotación por los industriales hará que
se organicen en la 2ª mitad del S. XIX, tras la llegada del anarquismo
(Andalucía y Cataluña) y el marxismo (Madrid y norte de España), con el PSOE y
la UGT.
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