Robert Capa. Fotografía de la muerte de un miliciano
La Guerra Civil ha sido el acontecimiento de la historia contemporánea española que más atención ha suscitado tanto en nuestro país como en el exterior. Ello se debe a que supuso el término trágico de las esperanzas depositadas en la modernización política y social que pretendía la II República. El conflicto también ha sido percibido como un precedente de la II Guerra Mundial, en la que se enfrentaron el liberalismo y el socialismo con las derechas fascistas y autoritarias que se estaban adueñando de Europa. No fue, por tanto, el desenlace de un enfrentamiento secular entre las dos Españas, que nunca existieron. Eso sí, el clima radical y de ruptura de la II República, estalló violentamente en la guerra. Su consecuencia inmediata fue el establecimiento de una dictadura que pervivió casi cuarenta años.
LOS ORÍGENES DE LA GUERRA
CIVIL: EL ALZAMIENTO MILITAR
En muchas ocasiones se ha
dicho que el alzamiento fue una reacción surgida tras el asesinato de Calvo
Sotelo. Sin embargo, lo cierto es que todo estaba preparado con mucha
anterioridad, y mucho mejor que cuando en 1932 se sublevó el general Sanjurjo.
Para algunos, estaba preparado desde semanas atrás; para otros desde febrero
del 36 y para otros muchos, desde el 14 de abril de 1931.
Para justificar su acción,
los sublevados recurrieron a emplear argumentos como el caos social y el
comunismo rampante que reinaban en la España republicana, por lo que era
necesaria una cruzada antimarxista. Aludieron también a la necesidad de liberar
a la patria de injerencias extrañas, entendiendo como tales las antiespañolas y
las anticatólicas.
El alzamiento militar
comenzó en Melilla el 17 de julio, y al día siguiente, prácticamente todo el
protectorado de Marruecos estaba sometido. El ejército marroquí compondría la
fuerza fundamental del bando rebelde. El general de Canarias, Franco, se puso al frente del ejército de
África, después de asegurar el éxito de la sublevación en Canarias. En
Andalucía, el alzamiento estalló el 18 de julio, dirigido por el general Queipo de Llano, cayendo
Córdoba, Sevilla, Cádiz y Jerez, siendo este triángulo el punto de entrada del
ejército marroquí. También fueron sometidas las islas Baleares, gracias al general
Goded. El 19 de julio se sublevaba Pamplona al mando del general
Mola, que consiguió someter
Navarra y, en poco tiempo, la meseta del Duero, la Rioja, las capitales
aragonesas y Galicia. El general Cabanellas tomaba el mando de Zaragoza. Así, el general Franco se hacía cargo de los
ejércitos del sur y Mola de los ejércitos del Norte. El general Mola fue el
organizador y director del golpe, contando con el apoyo de la UME (asociación
clandestina de oficiales antirrepublicanos). El general Sanjurjo, que debía
hacerse cargo de la dirección, murió en accidente de aviación.
Sin embargo, el alzamiento
no se generalizó en toda España, lo cual provocó que el país quedase dividido o
escindido en dos zonas, entre las cuales estalló una guerra civil: la llamada
zona nacional, dirigida por una Junta de Defensa con sede en Burgos, y la
republicana, cuyo gobierno pasó a manos de Giral. El alzamiento había triunfado
en Galicia, Castilla y León, Navarra, La Rioja, el Aragón occidental, Baleares,
Canarias y varias ciudades andaluzas. Pero fracasó en Cataluña, la Comunidad
Valenciana, Murcia, gran parte de Extremadura y de Andalucía. De las grandes
ciudades españolas, sólo Sevilla y Zaragoza estaban del lado de los
insurrectos. Madrid, Barcelona y Valencia se mantuvieron fieles a la República.
La guerra había comenzado y, en contra de todas las previsiones, se alargó
durante tres años.
Mapa de la Guerra Civil en Julio de 1936
Mapa de la Guerra Civil en Julio de 1936
AYUDA
INTERNACIONAL A LOS DOS BANDOS
La guerra civil no puede
estudiarse sin el contexto de la situación internacional, porque la
intervención extranjera influyó poderosamente en su desarrollo y desenlace. La
guerra española fue vista internacionalmente cono un microcosmos donde se enfrentaban
las dos concepciones totalitarias del momento: la democracia y el comunismo,
por un lado, frente al fascismo por otro. La opinión democrática estuvo a favor
de la República, así como la URSS y los partidos obreros. Por el contrario, las
dictaduras fascistas, el régimen portugués de Oliveira Salazar, la iglesia y el
Papado acabaron dándole el apoyo a los sublevados. Estos últimos obtuvieron una
gran ayuda de Alemania y de Italia: aviones, carros de combate, artillería,
fusiles, técnicos… Alemania envió a su aviación, la Legión Cóndor, probando
nuevas armas experimentales en suelo español.
La República pidió ayuda a
las democracias occidentales (en especial Francia, con un Frente Popular también).
Pero la respuesta fue muy tibia, pues Gran Bretaña y Estados Unidos mantenían
una política de apaciguamiento ante la Alemania nazi, temiendo que el conflicto
pudiera extenderse por Europa. Un Comité Internacional se reunió en agosto de
1936 para estudiar la situación española. Las potencias europeas llegaron a un acuerdo
de "no intervención", pero, al no tratarse de un pacto que
obligase a los comprometidos, desde un principio se contó con ayuda en los dos
bandos, mucho más numerosa en el bando nacional. La falta de no intervención de
los países democráticos constituyó una inmensa injusticia para la República y
fue una de las causas de su derrota, al negar a un estado soberano y legítimo
el derecho a adquirir armas para defenderse de una insurrección.
El gobierno republicano tuvo
que comprar armas y energía donde y como puedo, en especial a la URSS. De
hecho, el gobierno Largo Caballero tuvo que pagar al contado, y envió a Moscú
las reservas de oro del Banco de España para hacer frente al pago de las armas
compradas (el Oro de Moscú), armamento que nos dieron los soviéticos mucho más
anticuado que el que recibieron los sublevados de sus aliados. También recibió
una minúscula ayuda del México de Lázaro Cárdenas. Sin embargo, la República
recibió el apoyo de las llamadas Brigadas
Internacionales, cuerpo formado por voluntarios a nivel particular de
todo el mundo, defensores de la democracia y la libertad, y en contra del
fascismo. En total llegaron sobre los 40000 milicianos, tanto de Europa como de
América, casi todos de ideología izquierdista (republicanos, socialistas,
comunistas, anarquistas…). El gobierno soviético ordenó a la Internacional
Comunista que organizara el reclutamiento de de voluntarios de todo el mundo
(Brigadas Internacionales), e impulsó movimientos de solidaridad antifascista
en los países occidentales.
Por otro lado, la causa
republicana atrajo de una manera espectacular las simpatías de toda la
izquierda mundial y de la mayoría de los intelectuales. Muchos intelectuales
europeos y americanos acudieron a España para apoyar una causa que
identificaban con la de las democracias y la revolución social. Algunos dejaron
testimonios gráficos significativos, como el fotógrafo Robert Capa, y otros
literarios, como el francés André Malraux, el británico Georges Orwell o el
estadounidense Ernest Hemingway.
Calle de Madrid con el lema "No pasarán"
LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE LAS
DOS ZONAS
En España, entre 1936 y 1939
y muy relacionados con la evolución de la guerra civil, había dos gobiernos
enfrentados: el de la zona republicana y el de la zona nacional.
EL GOBIERNO
REPUBLICANO
El gobierno republicano, de
carácter democrático y socialista, evolucionó hacia posturas de izquierda con
creciente influencia marxista realizando una política de revolución social.
Como consecuencia de la sublevación militar del 18 de julio y tras el intento
de un gobierno de conciliación nacional, se formó un gobierno presidido por Giral que inició las nuevas medidas
reformistas: decretó la disolución del ejercito tradicional y la creación de
batallones de voluntarios, donde debían integrarse las milicias populares. Se
formó un nuevo orden revolucionario, integrado por consejos, comités y juntas.
También se desarrolló un movimiento anticlerical y antiburgués, que dio lugar a
saqueo e incendio de iglesias, monasterios, palacios y fincas agrarias, así
como asesinatos, muchos de los cuales fueron simples ajustes de cuenta. Estas
acciones afectaron negativamente a la imagen de la República, y el Gobierno se
vio impotente para controlarlas y detenerlas. Desde septiembre de 1936 se
formaron gobiernos de concentración republicana presididos por Largo
Caballero, que se mantuvo como jefe de gobierno hasta mayo de 1937. Este
gobierno aglutinaba miembros de muy distintas tendencias: socialistas,
azañistas, comunistas, de Ezquerra catalana e incluso representantes de la CNT.
Las reformas se referían a
la transformación de la Guardia Civil en Guardia nacional republicana, la
incautación de las industrias y tierras abandonadas por sus dueños. Esto último
era el inicio de una reforma agraria que dio por resultado la entrega de más de
4 millones de hectáreas cultivadas a los campesinos. Respecto a la industria se
comenzó la nacionalización de las líneas férreas, compañías eléctricas, CAMPSA
y algunos bancos. También se concedió al País Vasco el Estatuto de Autonomía.
Largo Caballero tuvo problemas con los comunistas y anarcosindicalistas. Su
gobierno se debilitó definitivamente con los Hechos de Mayo en Barcelona,
en mayo de 1937. El gobierno central tuvo que enviar fuerzas militares para
desalojar a los anarquistas que se habían atrincherado en el edificio de
Telefónica y controlaban las comunicaciones. Hubo enfrentamientos en las calles
de Barcelona y el conflicto se saldó con más de 300 muertos, la derrota de
anarquistas, y el POUM, la pérdida de atribuciones en materia de orden público
de la Generalitat, que pasó al gobierno central, así como una fuerte crisis de
gobierno que conllevó la dimisión de Largo Caballero.
A Largo Caballero le
sustituyó como Jefe de Gobierno en 1937 el socialista Juan Negrín,
que estaría en el poder hasta el final de la guerra. Ahora el poder pasó a los
socialistas moderados, sobre los cuales tuvo lugar un proceso de influencia
creciente comunista (por la ayuda de la URSS), al mismo tiempo que se produjo
la eliminación de la extrema izquierda (los sindicatos UGT y CNT). Su objetivo
era la resistencia hasta el fin, aunque no dejó de buscar un acuerdo con el
enemigo, cosa harto imposible, pues Franco sólo buscaba la rendición sin
condiciones. Negrín tomó medidas para arreglar y ordenar la situación de la
República: frenazo a la actuación revolucionaria y respeta la propiedad privada
frente a las colectivizaciones. A partir de la primavera del 38 la situación
era insostenible: faltaban alimentos y productos de primera necesidad en el
territorio republicano, los reveses militares eran continuos y el cansancio se
extendía entre la población. En febrero de 1939 celebraron las Cortes de la
República su última sesión en territorio español (Figueras), tras la pérdida de
Cataluña, y Azaña pasó a Francia donde dimitió de la presidencia. El gobierno
de Negrín se vio desplazado por el Consejo Nacional de Defensa
formado en Madrid por Casado, Miaja y Besteiro, que se encargó de capitular
ante Franco sin condiciones.
Voladura de los puentes de la ría del Nervión en Bilbao
EL GOBIERNO
NACIONAL
La zona nacional, como así
se le llamó al territorio ocupado por los militares, mantuvo el orden y la
unidad, gracias a la disciplina militar. El gobierno nacional se fue
configurando en torno a los militares con inclusión de las fuerzas de derechas,
tomando un carácter autoritario y personalista y siguiendo una política
centralizadora y contrarrevolucionaria en todos los aspectos: tomó medidas de
gobierno opuestas a lo legislado durante la República, contando con la
totalidad de las fuerzas conservadoras, incluida la iglesia, que dio al
movimiento militar el nombre de Cruzada. Todos los esfuerzos se centraron en la
guerra. De acuerdo con la ideología de sus participantes, se elude toda
revolución y se tiende a la unificación de mandos en el ejército y en el poder,
creándose las bases para el futuro estado franquista.
Poco después de producirse
el levantamiento militar se estableció el primer organismo del nuevo gobierno: la
Junta de Defensa Nacional, integrada por generales y presidida por
Miguel Cabanellas, el general más antiguo entre los sublevados. Suprimió los
partidos políticos, la Constitución y paralizó la reforma agraria. El general
Franco cada vez fue tomando más poder, sobre todo, tras ser reconocido por
Alemania e Italia como único interlocutor válido. En octubre de 1936 el
general Franco es nombrado jefe del Estado y Generalísimo de los
ejércitos de tierra, mar y aire, con lo que se establece la unidad del poder
militar y político, y se organiza como gobierno una Junta Técnica del Estado;
el cuartel general del Generalísimo se trasladó a Salamanca. Poco después el
nuevo estado fue reconocido por Alemania, Italia, Portugal y el Vaticano.
En abril de 1937 se promulgó
el Decreto de Unificación que daba unidad a los grupos políticos integrados
en el movimiento nacional (falangistas, carlistas, monárquicos y cedistas),
cuyo jefe también fue Franco, con lo que se consolidaba la concentración del
poder único en lo militar, civil y político. El partido único (que seguía el
modelo fascista) se denominaba Falange Española Tradicionalista y de las JONS,
siendo, por tanto, asimilados las demás entidades políticas. Se adoptó el
uniforme con la camisa azul de Falange y la boina roja de los carlistas, así
como el saludo fascista con el brazo en alto. Se iniciaba entonces la labor
administrativa y legislativa del estado nacional, tomando como base los
principios ideológicos de Falange Española, cuyo líder, José Antonio Primo de
Rivera, fue fusilado por los republicanos al inicio de la guerra.
En
enero de 1938 se suprimió la Junta Técnica del Estado y se formó el primer
gobierno civil‑militar presidido por Franco en Burgos, ciudad que
ostentaría la capitalidad de la España nacional hasta el fin de la guerra.
Franco asumía la Jefatura del Estado y la presidencia del gobierno. Junto a
esta labor unificadora, se llevó a cabo una contrarrevolución, quedando
derogadas las disposiciones reformistas republicanas: se suprimieron las libertades
religiosas, política y sindical; se impuso la censura en la prensa y en los
medios de comunicación; se suprimieron los estatutos de autonomía, la reforma
agraria y se estableció la pena de muerte. Por otro lado, se respetaba la
influencia y el poder de la iglesia católica: el nuevo Estado era claramente
confesional y derogó las leyes del matrimonio civil y el divorcio, estableció
el culto religioso en la enseñanza e instituyó una retribución estatal al
clero. El nuevo Estado recibió el apoyo explícito de la iglesia católica, que
en julio de 1937 hizo pública una Pastoral Colectiva de los obispos
españoles (encabezada por el cardenal primado de España Isidro Gomá),
demostrando su adhesión a los sublevados. Bien puede decirse que la sublevación
no respaldó a la iglesia católica, sino que la iglesia católica apoyó a la
sublevación.
La primera legislación del
estado nacional fue el Fuero del Trabajo (marzo del 38), en el
que se establecía el derecho y el deber de todos los españoles al trabajo, las
huelgas eran consideradas como delitos de lesa patria y se configuraba el sindicato
vertical y único, que agrupaba a empresarios y trabajadores. En abril se
publicó la nueva Ley de prensa,
en la que se establecía la censura previa a toda clase de publicaciones
periódicas o no. La nueva plasmación de la ideología se hacía a través del
nuevo escudo, nuevas monedas y las fiestas, muy cargadas de conmemoraciones
políticas. Se suprime todo lo opuesto a la unidad: se abolieron los estatutos y
se uniformaron las lenguas en el castellano. La construcción del nuevo Estado
franquista fue acompañada de una violencia extrema, cuyo objetivo era la
aniquilación de los vencidos en los territorios que se ocupaban.
Cartel del ejército popular republicano
DESARROLLO Y ETAPAS DE LA
GUERRA CIVIL
Una vez fracasado el
alzamiento en varias partes de España, se inicia la guerra. El gobierno de la
República tardó en reaccionar al levantamiento. El presidente de la República,
Casares Quiroga, no tomó medidas para frenar el golpe y se negó a armar a la
población. Tuvo que dimitir y Azaña nombró presidente a José Giral, republicano
del mismo partido que Azaña, cuya primera medida fue la entrega de armas a los
sindicatos y partidos obreros del Frente Popular. Así comenzaba el conflicto
armado.
1) 1936. La
defensa de Madrid
El Plan inicial de los
nacionales era ocupar Madrid para terminar rápidamente la guerra. El ejército
de Marruecos logró pasar el Estrecho gracias a la ayuda de la aviación italiana,
estableciéndose un puente aéreo entre Tetuán y Sevilla. Mientras tanto,
consolidada la República en toda Cataluña, los ejércitos republicanos avanzan
con rapidez hacia Aragón, logrando estabilizar el frente en esta zona.
Al empezar la guerra, los
republicanos mantenían su dominio sobre los principales centros industriales
(Cataluña, País Vasco, Cantabria y Asturias) y las zonas de agricultura
intensiva de exportación (Valencia y Murcia).
El primer objetivo de los
sublevados era tomar Madrid. Así, el ejército nacionalista del sur, bajo el
mando del general Yagüe, avanza hacia Madrid, y así, toma Mérida y
Badajoz (desagradable matanza del general Yagüe en la plaza de toros de
Badajoz), consiguiendo enlazar con la zona sublevada del norte. En vez de
continuar su marcha hacia Madrid, Franco se desvía para tomar Toledo,
y con ello liberar el Alcázar. En
septiembre, Franco puso fin al cerco del Alcázar de Toledo (varios militares
sublevados en su interior) y toma dicha ciudad. La toma de Madrid estaba al
caer. A finales de octubre la República decreta una movilización general para
salvar la capital y nacen consignas míticas como “No pasarán” o “Madrid, tumba
del fascismo”.
En noviembre el gobierno
republicano se traslada a Valencia, dejando Madrid en manos de una Junta
presidida por el general Miaja. Madrid resiste gracias a la llegada de las
primeras Brigadas Internacionales y la columna anarcosindicalista llegada de
Barcelona, la Columna Libertad, al mando de Buenaventura Durriti. A
partir de entonces, la defensa de la capital se hizo a través de las Columnas,
tropas republicanas compuestas por milicianos y voluntarios de partidos y
sindicatos. Los ejércitos nacionales llegan hasta las puertas de Madrid, pero
la capital resistió el ataque y el frente se estabilizó a fines de 1936.
Soldados alemanes de la Legión Cóndor
2) 1937. Las
batallas del Jarama y de Guadalajara. La batalla del Norte
1937 es el año crítico de la
guerra. Fracasado el intento de entrar en la capital, los sublevados
emprendieron dos maniobras envolventes para aislar Madrid y cortar sus
comunicaciones con Valencia (sede del gobierno republicano). Ambas partes
intentan fortalecer su retaguardia.
Málaga cae en febrero en
poder de los nacionales, que intentan después un nuevo asalto a Madrid Una
primera maniobra fue la batalla del Jarama, en febrero del 37, en la que
los sublevados cruzaron el río, pero fueron detenidos por los republicanos y no
consiguieron incomunicar la ciudad. En marzo se produce la batalla de
Guadalajara, donde las tropas fascistas italianas sufrieron una
espectacular derrota a manos del Ejército Popular de la República. Fue la
primera gran victoria republicana.
Franco decidió cambiar de
estrategia, abandonando el ataque a Madrid y trasladar el frente a la cornisa
cantábrica, desplazándose los combates entre abril y octubre de este a oeste. En
mayo caerá Bilbao (célebre bombardeo alemán e italiano sobre
Guernica, primer bombardeo aéreo mundial sobre población civil, que causó un
gran número de víctimas) en manos nacionales, tomando así la rica zona
industrial y portuaria. Para cortar la ofensiva del norte, las tropas
republicanas del centro lanzaron un gran ataque para cortar las comunicaciones
de los ejércitos nacionales. Será la llamada batalla de Brunete, cerca de Madrid, que no logrará detener la
caída de Santander (agosto) y Gijón (septiembre-octubre). Toda la cornisa
cantábrica quedaba en manos de los nacionales. A finales de año, los
republicanos lanzan una gran ofensiva en Aragón: fracaso en Belchite en diciembre,
planteándose la guerra ahora en este frente.
En diciembre de 1937, el
ejército republicano había sido reorganizado con la creación de las Brigadas
Mixtas, a cuyo mando estaba el general Rojo, el defensor de Madrid. El ejército
se dotó de mandos profesionales y en él se integraron los cuadros procedentes
de las milicias populares (Modesto, Líster…). El nuevo ejército republicano
desencadenó una gran batalla en el invierno del 37-38 en torno a Teruel. La batalla
de Teruel termino con la toma republicana de dicha ciudad, hasta el mes de
febrero de 1938.
3) 1938. La
ruptura del territorio republicano y la Batalla del Ebro
Tras el ataque republicano
sobre Teruel, el ejército nacional realizó una gran ofensiva sobre el frente de
Aragón, recuperando Teruel en febrero de 1938. Se desencadena
el ataque hacia la costa mediterránea, atravesando el Maestrazgo. En abril de 1938 los nacionales lograron uno
de sus principales objetivos: llegar al Mediterráneo por el País valenciano (Vinaroz,
Castellón), dividiendo la
España republicana en dos partes, dejando aislada a Cataluña y haciendo más difícil
su resistencia. Incluso el ejército nacional puedo haber tomado Cataluña en ese
momento y terminar la guerra, pero no lo hizo, pues se prefirió continuar la
ofensiva hacia el sur, con combates en Castellón y Valencia.
La batalla del Ebro fue uno
de los mayores episodios militares de la guerra. Se produjo entonces la
ofensiva republicana con el cruce del Ebro, en julio del 38, que se transformó
en una larga batalla de desgaste (Batalla
del Ebro, de julio a noviembre), con la victoria final de los
llamados nacionales. Tras el ataque sorpresa de los republicanos, Franco envió
grandes refuerzos, incluidas las aviaciones alemana e italiana, y consiguió detener
el ataque, para más tarde contraatacar, replegándose el ejército republicano en
la otra orilla del río. Mientras los nacionales avanzaban ocupando todo el sur
de Tarragona y el Ebro. Esta victoria hizo inclinar definitivamente la guerra
hacia el bando nacional.
En el contexto
internacional, las grandes potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, Alemania
e Italia), habían dejado totalmente abandonada a la República española en la
Conferencia de Múnich, octubre de 1938.
Gráfica de fuerzas sublevadas y leales a la República
4) 1939. El final
de la guerra
A comienzos de 1939 y como
consecuencia del hundimiento del frente del Ebro, Franco y el ejército nacional
decidieron continuar su ofensiva por Cataluña y hacia el Pirineo, siendo
ocupada Barcelona (enero) y toda la región catalana,
prácticamente sin lucha. Esta acción provocará el reconocimiento por parte de
Francia e Inglaterra del gobierno franquista. La caída de Girona significó la
huida hacia Francia de miles de refugiados, entre ellos el gobierno republicano
(instalado en Barcelona desde octubre de 1937). La zona republicana quedó así
reducida al territorio del centro (Madrid) y sureste (desde Valencia a Almería).
Una vez tomada Barcelona, el gobierno y ejército republicano se hunden. Azaña
dimite como presidente de la República, sustituyéndole Martínez Barrio.
Madrid resiste aún durante algún tiempo. Se produjeron entonces divisiones
internas entre los republicanos sobre la continuación de la guerra (Negrín,
comunistas, anarquistas) o la rendición (socialistas, generales), formándose en
Madrid un Consejo de Defensa, dirigido por el coronel Casado (gobierno
antagónico al de Negrín) para negociar la rendición al margen del gobierno
republicano. A comienzos de marzo se produjo en Madrid una sublevación contra
el gobierno de la República dirigida por el coronel Casado, contrario a
continuar la guerra y a la influencia de los comunistas en el gobierno Negrín.
El golpe se produjo en marzo, controlando Madrid tras lucha con los comunistas.
La Junta de Defensa, que negociarían con Franco, la formaban Casado, el
socialista Julián Besteiro y miembros de la UGT. Solicitaban una “paz honrosa”,
apelando a la “generosidad de Franco”. Franco exigió la rendición sin
condiciones. A finales de marzo fue ocupado Madrid y en los días
siguientes el resto de la zona republicana (territorio mediterráneo). La
victoria total de los nacionales quedó simbolizada en el último parte de guerra
de Franco en Burgos, el 1 de abril: la contienda civil había terminado,
mientras los republicanos eran sometidos o marchaban al exilio.
Mapa del final de la guerra en marzo de 1939
LAS
CONSECUENCIAS DE LA GUERRA CIVIL
La guerra había concluido,
pero sus terribles consecuencias iban a estar presentes durante decenios en
España. En primer lugar, tenemos las consecuencias económicas: el pago del gasto de la guerra por ambos
bandos fue muy elevado. El haber usado el gobierno republicano las reservas de
oro para comprar armamento acabó con las reservas monetarias de la zona
republicana. El bando sublevado tuvo que abonar mucho dinero tras finalizar el
conflicto, en gran parte dejando que Alemania explotara las reservas mineras de
la península y del África Española del momento, por lo que hasta el estallido
de la Segunda Guerra Mundial casi no tuvieron posibilidad alguna de obtener
ingresos. España había quedado devastada en algunas zonas, con pueblos, viviendas
(200000), campos, fábricas y medios de comunicación totalmente asolados. La producción industrial se reduce en un 30% y la agrícola en un 20%.
La renta per cápita descendió un 30% y la riqueza nacional en un 25%.
La economía española tardaría décadas en recuperarse.
En cuanto a las consecuencias demográficas, la
Guerra dejó un terrible saldo de víctimas, destacando los muertos, tanto
militares como civiles, pero sin olvidar a los heridos, mutiliados,
desaparecidos, huérfanos, viudas… El número de fallecidos en la Guerra Civil es
difícil de dilucidar, y solo puede ser estimado. Hoy parece que la cifra puede
rondar el medio millón de personas, incluyendo a los fallecidos en combates con
las víctimas de la repression (en especial, las ejecuciones masivas del bando
sublevado). A ellos habría que añadir los que murieron por maltrución, hambre y
enfermedades derivadas de la Guerra. La cifra que antes se daba del millón de
muertos parece hoy excesiva. Además, hacia el final de la Guerra, población
procedente de toda España y miles de dosldados en retirada se concentraron en
Cataluña para cruzar la frontera francesa. En los primeros meses de 1939 medio
millón de españoles pasaron la frontera hacia Francia. Mientras, otros miles
huían en barcos hacie el norte de África o hacia América. Francia y México
fueron los lugares que acogieron a más españoles. También la URSS acogió a españoles.
Por otro lado, como consecuencias culturales, es
incalculable la pérdida en el patrimonio histórico y artístico de la Iglesia
católica, pues se destruyeron unos 20 000 edificios (entre ellos varias
catedrales), incluyendo su ornamentación (retablos e imágenes) y archivos. Pero
también había que incluir edificios históricos civiles, bibliotecas, archivos,
colecciones de arte… También habría de considerarse como pérdida cultural
importante, la cantidad de intelectuales españoles que se vieron obligados a
exiliarse, ya que numerosos escritores (Rafael Alberti, Pedro Salinas, Ramon J.
Sender, C. Sánchez Albornoz…), artistas (Pablo Picasso, Oscar Domínguez, Luis
Buñuel…), científicos (Severo Ochoa), catedráticos (Américo Castro, Fernando de
los Ríos…) y profesionales abandonaron el país. En sus lugares de residencia,
especialmente América y Francia, desarrollaron sus carreras, restando a nuestro
país esa carga de sabiduría.
Estadística con las víctimas de la Guerra Civil
En las consecuencias políticas, habria que
decir lque la Guerra destruyó la convivencia y el frágil sistema democrático alumbrado
por la II República, y fue sustituido por una dictadura military, de
inspiración fascista, que se prolongará durante casi cuarenta años, que inició
un durísimo sistema represivo contra el bando perdedor.
Las
repercusiones políticas y emocionales de la guerra trascendieron de lo que es
un conflicto nacional, ya que, por muchos otros países, la Guerra Civil
española fue vista como parte de un conflicto internacional que se libraba
entre la religión y el ateísmo, la revolución y el fascismo. Para la URSS,
Alemania e Italia, España fue terreno de prueba de nuevos métodos de guerra
aérea y de carros de combate. Para Gran Bretaña y Francia, el conflicto
representó una nueva amenaza al equilibrio internacional que trataban
dificultosamente de preservar, el cual se derrumbó en 1939 (pocos meses después
del fin de la guerra española) con la Segunda Guerra Mundial. El pacto de
Alemania con la Unión Soviética supuso el fin del interés de esta en mantener
su presión revolucionaria en el sur de Europa.
Como
consecuencias morales, la guerra dividió a la sociedad
española en dos bandos, vencedores y vencidos, y esa división permaneció
por mucho tiempo, con gran resentimiento.
En cuanto a la
política exterior, la Guerra Civil española supuso el aislamiento de España y
la retirada de embajadores de casi todo el mundo. Solo unos pocos países
mantuvieron relaciones diplomáticas con España desde el final de la II Guerra
Mundial hasta el inicio de la Guerra Fría. A partir de los años 50, las
relaciones internacionales españolas, con el apoyo de EE.UU., pasan a ser casi
normales, salvo con los países del Bloque Soviético.
Pero, como en
toda guerra, hubo grupos que se beneficiaron de la nueva situación, como los
terratenientes, el ejército y la iglesia, que se convirtieron en elementos
hegemónicos en la nueva sociedad franquista. También se restableció la
autoridad en las empresas. Algunos negocios se reabrieron; otros surgieron a
causa de las inversiones de burgueses avispados que colonizaban la zona
republicana recién conquistada. A estos grupos se añadió una pequeña burguesía
urbana y rural, especialmente beneficiada en las zonas donde triunfó la
sublevación.
Entre los
individuos favorecidos surgió una nueva figura, la del excombatiente, que, como
premio a su colaboración en la guerra, fue compensado con puestos en la
Administración y concesiones a sus negocios.
Un capítulo aparte es la represión que se dio durante y al acabar la guerra. Además de los fusilados, hay que contar con los presos e internados en campos de concentración franquistas, los condenados a trabajos forzosos en obras faraónicas (Valle de los Caídos en Madrid o Canal de los Presos en Sevilla) y las personas que permanecieron escondidas en desvanes, sótanos, buhardillas y hasta en baúles y armarios (algunos durante treinta años), conocidos como los topos. También estaban los que practicaban el exilio interior por sus propias convicciones o a causa del rechazo de sus vecinos tras haber estado en la cárcel o un campo de concentración. A ellos, habría que añadir los depurados, es decir, aquellos que fueron expulsados de la Administración y de determinadas profesiones (muchos profesores de enseñanza laica). Estos hechos afectaron al panorama económico y social del país durante años y produjeron también un devastador efecto psicológico. Algunos antifranquistas, para evitar la represión, constituyeron, al finalizar la Guerra Civil, una guerrilla conocida como Maquis, que se refugió en los montes y hostigaba los cuarteles de los pueblos cercanos. Sus miembros bajaban a los pueblos a ver a la familia y obtener provisiones.
Fotografía de como quedó el pueblo de Belchite en Zaragoza.
Un capítulo aparte es la represión que se dio durante y al acabar la guerra. Además de los fusilados, hay que contar con los presos e internados en campos de concentración franquistas, los condenados a trabajos forzosos en obras faraónicas (Valle de los Caídos en Madrid o Canal de los Presos en Sevilla) y las personas que permanecieron escondidas en desvanes, sótanos, buhardillas y hasta en baúles y armarios (algunos durante treinta años), conocidos como los topos. También estaban los que practicaban el exilio interior por sus propias convicciones o a causa del rechazo de sus vecinos tras haber estado en la cárcel o un campo de concentración. A ellos, habría que añadir los depurados, es decir, aquellos que fueron expulsados de la Administración y de determinadas profesiones (muchos profesores de enseñanza laica). Estos hechos afectaron al panorama económico y social del país durante años y produjeron también un devastador efecto psicológico. Algunos antifranquistas, para evitar la represión, constituyeron, al finalizar la Guerra Civil, una guerrilla conocida como Maquis, que se refugió en los montes y hostigaba los cuarteles de los pueblos cercanos. Sus miembros bajaban a los pueblos a ver a la familia y obtener provisiones.
Último parte de guerra de Franco en Burgos, 1 de abril de 1939
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